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Cruz y redención, la doliente humanidad divina en "El canto del gallo"

El canto del gallo (1955), una película española de Aspa Producciones Cinematográficas S.A. Con la dirección de Rafael Gil, y protagonizada por Francisco Rabal (Daniel Miller), Jacqueline Pierreux (Elsa)Gérard Tichy (Gantz). Duración 95 minutos.


Por: Jesús Araöz


Aunque el hombre sienta que no valga nada, que lo ha perdido todo, o que se ha perdido a sí mismo, Dios sigue aguardándolo. Pues, no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva, tal como se lee en el libro del profeta Ezequiel.

El Señor, como el padre amoroso en la parábola del hijo pródigo, espera a que ese hijo suyo vuelva la mirada de manera contrita, libre y reconozca que tanto el bien, así como el mal no son determinados por la criatura, sino por el Creador.

En esta línea es que se inscribe “El canto del Gallo, película que toma como trama el pasaje de la traición y arrepentimiento de Pedro. Recreando la angustia del apóstol sobre el personaje principal.

Tres serán las grandes traiciones que cometerá el protagonista, en los primeros minutos del drama. La primera, quitarse y votar el clériman o alzacuello sacerdotal. La segunda, denegar los sacramentos a uno moribundo. La tercera, apostatar de su fe, poniendo por escrito que todo lo que creyó o predicó fueron mentiras.

El canto del gallo será un proceso en el que el personaje irá dándose cuenta de lo que hizo, y del sinsentido en el que va tornándose su vida, tras haber negado aquello en lo que de verdad creía. Así, cada vez que contraste su ser de creyente y sacerdote, frente a los actos crueles o grotescos de sus perseguidores, escuchará cantar al gallo (metafóricamente).

Pero, hasta que no venza la cobardía que lo aqueja, hasta que no sea capaz de apreciar la coherencia de la verdad, no podrá ser redimido.

El filme

La cinta narra el conflicto de conciencia de Daniel Miller, un sacerdote que se ve obligado a renegar de sus creencias religiosas, por miedo a morir en un contexto de persecución religiosa. Su verdugo, Gantz, un antiguo compañero de seminario, ahora jefe y perseguidor de la fe. Gantz a su vez guarda un suceso de sufrimiento y desamor que lo empujó a abrazar una doctrina inhumana y odiar a la fe y todo lo que representase. Miller, buscando salvar su vida, se esconderá en una casa multifamiliar junto a Elsa, una mujer con una historia trágica a sus espaldas, quien se gana la vida se forma dudosa. Miller se refugiará allí, pero seguirá siendo fiel a la regla del sacerdocio. Aunque, ya no lo persiguen, no encuentra la paz. ¿Salvar su pellejo, o dar testimonio?, será su dilema. Su conciencia se irá aclarando, poco a poco, hasta tomar fuerza.

Finalmente, un terrible engaño de su excompañero de seminario, lo impulsará a las simas más profundas del remordimiento. Fruto de este mal llega la redención del padre Miller, que a la vez significará la salvación de su amigo Gantz, y otros personajes.

Ambiente y formas

La historia sugiere situarse en algún país del bloque soviético, quizás Hungría por el idioma de los letreros. Aunque, no se menciona es muy probable que sea allí, pues en las décadas de la posguerra mundial, recrudeció la persecución religiosa, en el este de la Europa socialista. Las escenas transcurren casi siempre de noche, haciendo un buen uso de la iluminación retratando de forma convincente el drama en el que viven los personajes.

Sin embargo, más allá del escenario (real o ficticio) lo más elogiable de la cinta está en su guion. Éste desarrolla plenamente la trama, así como a los personajes, principales y secundarios, pues ninguno sobra, sino que cada uno de ellos tiene significado propio, aporta y enriquece al todo.

Las actuaciones son muy creíbles en todos los personajes. Pero creo que al protagonista le faltó algo, un no sé qué, para estar perfecto, es mi percepción como espectador. Sin embargo, de manera global el resultado fue sobresaliente.

Mucho tacto

La película afronta con un estilo sobrio el problema moral del bien y del mal en la humanidad, no de un modo maniqueo sino cristiano. Sabiendo que hay una verdad que el hombre capta, pero asume de igual forma la fragilidad de nuestra condición creatural. Así, aunque se diferencia el actuar malo del bueno, los personajes no están divididos en buenos y malos.

Un punto medular en la película es la inocencia del ser humano, y cómo se va perdiendo de distintas formas en los personajes, no obstante, es recuperable. Esta idea se encarna en un niño que es vecino del protagonista. En el filme puede verse la evolución del pequeño amiguito, que empieza siendo calculador, pero en virtud de la razón y la verdad que a su corta edad es capaz de captar. Termina recuperando aquello que había perdido. Esto como preludio de lo que le ocurriría al padre Miller. Una de las lecciones que se obtiene del filme, es que para alcanzar la redención uno debe pedir el perdón como un niño.

Una película católica totalmente recomendada

Esta cinta aborda de manera realista, cómo es la vida no solo del creyente, sino del que se ha alejado de la fe, por diversas causas. Y en ambos casos, los dos, religioso e incrédulo son capaces de bondad e incoherencia. Ambos son católicos: uno en ciernes y otro en vías de serlo. Sin embargo, solo por la ayuda de la gracia y de la humildad (ser como niño), es posible la redención del hombre, incluso la del descreído.

Esta joya del cine español nos indica en su escena final, que la verdad última de la vida del cristiano, es salvar a la persona, con el fin de que se dirija hacia su destino eterno.

Para finalizar, quisiera decir de forma sincera, que, recomiendo plenamente esta película, 9/10. 


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